De Finse a Dagali

SEPTIEMBRE / 2016

Llevaba mucho tiempo queriendo viajar por el interior del parque nacional de Hardangervidda. La oportunidad se presentó cuando mi amigo Joan Olivé, quien desde hace poco vive en Noruega, me invitó a pasar unos días. También, por fin, podríamos hacer un viaje combinando nuestras nuevas bicis de ruedas con balón ancho (fatbikes) con los packrafts. Una tarde de mediados de septiembre me junté con Joan, al que llevaba mucho tiempo sin ver, en el aeropuerto de Gardermoen. Un abrazo, unas pizzas y dos cervezas después comenzamos el viaje.


SEPTIEMBRE 2016


El plan

Recorrer el parque nacional de Hardangervidda en bicicleta no es fácil porque… está prohibido. Nosotros lo haríamos sin infringir la ley, tan sólo rozando sus límites. Dicho parque está recorrido por algunas pistas aptas para la circulación de tractores, auténticos barrizales en los que las bicicletas sí pueden pasar. El problema es que estas pistas nacen y mueren en medio de la nada y no sirven para recorrer mucho recorrido. Tras mucho investigar en los mapas logramos unir las pistas de los tractores con lagos en los que podríamos remar con nuestros packrafts, encadenando una tras otra y así recorriendo la parte norte del parque.

Hardangervidda es una meseta en la que casi tan solo hay tundra y lagos. En su parte norte se elevan unas montañas coronadas por un precioso glaciar de forma redonda. Al norte de este glaciar está Finse, un popular lugar de excursionismo y esquí noruego al que solo se puede acceder por tren. Desde él pasaríamos junto al glaciar y luego nos dejaríamos caer hasta los límites del parque nacional. Todo ello con la intención de añadir al viaje un componente más alpino y recorrer más terreno de montaña con nuestras bicis. En total calculamos unos cinco o seis días de viaje.

El viaje

Noruega no deja de dar sorpresas. Tras unos años viajando prácticamente solo por el norte del país descubro que el sur tiene mucho que ofrecer para la aventura. Nosotros realizamos un viaje precioso con una buena dosis de malas decisiones lo que es buena garantía para la aventura. En la primera parte del viaje, aquella que salía desde Finse hasta el inicio del P.N. Hardangervidda la realizamos prácticamente empujando la bicicleta y no precisamente por un terreno cómodo. Tuvimos que portear la bicicleta con todo su equipaje hasta lo alto del paso que cruzamos junto al glaciar. Fueron unas jornadas extenuantes pero de gran belleza que culminamos al descender ya muy cerca de la pista junto al parque nacional donde paramos en un refugio de montaña y el guía nos comunicó que éramos los primeros en llegar desde Finse en bicicleta. Me gustaría decir pedaleando en bicicleta pero faltaría a la verdad: llegamos cargados con unas bicicletas. No me extraña que hayamos sido los primeros, la gente normal no suele tener ideas tan absurdas.

A partir de ahí pedaleamos por un terreno en altura, de tundra, intercalando la pedalada con la remada por tranquilos lagos en unas jornadas largas pero más descansadas. De esa manera llegamos a la cabecera del primero de los ríos que nos llevaría en dirección a la carretera y al final de nuestro viaje.




El río

Los últimos dos días transcurrieron entre ríos. Ríos con poco agua y muchos rápidos lo cual no es muy buena combinación. Hubo frío, mucho frío y pasamos las últimas cuarenta y ocho horas prácticamente calados. Tuvimos vuelcos y mucha desesperación al ver que avanzábamos más lento de lo esperado. El río fue descendiendo hasta el valle y la tundra dio paso al bosque que ya teñía los colores del otoño. Concluimos la navegación del primer río y, tras recorrer un lago sin visibilidad debido a la espesa niebla, comenzamos la navegación del segundo. Este, del que teníamos poca información, se convirtió tras unos kilómetros en un hervidero de espuma blanca debido a los rápidos. Habíamos ido a parar a un famoso río de rafting de Noruega, con un nivel técnico excesivo para nosotros y más aún llevando unas bicicletas encima. Cuando las cosas se pusieron demasiado complicadas, ya cerca de la linde del parque, salimos a la orilla y descendimos los últimos metros montados en nuestras bicis con las que llegamos hasta la civilización .