MARZO / 2014
Posiblemente una de las maneras más fáciles y baratas de poder remar un pequeño tramo encañonado del río Colorado
Al tratarse de un río enorme y que recorre áreas remotas en lugares despoblados los accesos suelen ser complicados, y por lo tanto costosos. En las pocas ocasiones en que el río transcurre paralelo a la carretera como a su paso por Colorado o alguna parte de Utah, este pierde ligeramente su interés por transcurrir en zonas más civilizadas y lejos de los cañones que le dan su fama mundial. A su paso por Arizona el río se muestra en su máximo apogeo, al internarse en el famoso Gran Cañón. Como he dicho, remar esta agua es complicado, a parte de por los transportes, por los permisos necesarios para acampar en él o echar un bote en sus aguas. Algunos permisos solo se obtienen mediante una lotería o hay una lista de espera de años para poder optar a ellos. Difícil y caro. Pero existe una manera barata de contemplar sus paredes encañonadas desde las aguas del mitico río. De ella vamos a hablar en esta entrada. Este tramo no tiene rápidos y no es demasiado largo, apenas 25 kilómetros, pero supone una oportunidad inmejorable de internarnos por primera vez en las aguas que recorren esta parte del desierto, una buena toma de contacto que podemos hacer con poco dinero si contamos con un packraft.
El tramo al que me refiero es el que va desde Glen Canyon Dam (Page, Utah), la gran y polémica presa construida en el año 1957 (y terminada en el 62), hasta Lee´s Ferry (Arizona), histórico lugar que supone la puerta de entrada a los famosos tramos llenos de rápidos que recorren el Gran Cañón del Colorado y su Parque Nacional. Una de las muchas ventajas que un packraft tiene respecto a otras embarcaciones es su tamaño y peso lo cual hace que siempre se pueda llevar en el equipaje a cualquier viaje, tengamos pensado usarlo o no. Eso suelo hacer yo y por ello acabé visitando la presa antes citada y sus cañones cercanos con el packraft en el maletero del coche.
Tras contemplar sus aguas desde las alturas de la presa comencé la búsqueda en la red para ver las posibilidades de remar dicho tramo. Existen varias opciones pero bajar a la presa no está permitido desdela carretera y la embalse superior (Lake Powell) salvo al personal trabajador en la estructura. La manera de acercarse hasta ella ha de ser río arriba con una embarcación a motor, estas salen todos los días a las 14:30 desde Lee´s Ferry. Y además no son caras (25 dólares por persona un trayecto de algo más de hora y media río arriba por un paraje increíble y algo más por la embarcación, en el caso de un packraft depende de la labia de cada uno). De esta manera podemos dejar el coche en el inicio y final de la actividad y ahorrarnos un dinero con el transporte y la gasolina (actualmente más de 170 km por unas obras en la carretera). Así pues la logística no puede ser más sencilla: llegada en coche a Lee´s Ferry, transporte río arriba y vuelta a Lee´s Ferry tras navegar el río, nada de permisos ni de peajes. Pero existe todavía otra posibilidad más barata que descubrí más tarde hablando con gente local, un sendero empinado llamado ropes Trail, te puede llevar hasta las aguas del Colorado desde un aparcamiento cercano a la presa, y este sendero es posible hacerlo con el packraft en la mochila, no así con otra embarcación. De esta manera nos podemos ahorrar el transporte río arriba (backhaul aquí lo llaman, por si alguien desea solicitar este servicio). El viaje merece la pena hacerlo en dos días, para disfrutar con el paisaje y los lugares de acampada. Uno de los sitios por los que se pasa es el famoso meandro Horseshoe Bend que tantas veces habremos visto en fotografías de la zona. Hay una serie de zonas de acampada a largo del río que podemos tener controladas en un mapa que se encuentra el inicio y final de la zona. A la presa no nos acercarán demasiado por cuestiones de seguridad pero en sus cercanías nos dejarán algún banco arenoso para comenzar la remada. Jamás había navegado en un cañón de semejante tamaño y la sensación es sobrecogedora en todo momento.
El agua, que ha depositado en la presa todo el sedimento que da nombre y color al río, aquí corre transparente y verdosa y a través de sus aguas se ven constantemente truchas de gran tamaño. Este es uno de los lugares de pesca de la trucha más famosos del mundo. Durante mi viaje los peces saltaban constantemente fuera del agua a escasos metros de mi barca y no había momento en que no mirase al fondo y pudiese ver las figuras viscosas de la trucha a contracorriente. Apenas vi a gente, exceptuando un par de pescadores. Por la mañana es un río concurrido pero después de mediodía apenas se recorren sus aguas. Un placer. En la orilla volví a inflar mi packraft y comencé a remar, mirando como un tonto hacia lo alto de las paredes.
Algo que me llamó mucho la atención que la gran cantidad de aves presentes. Todo tipo de patos, grullas, algún cóndor y varios halcones, uno de ellos peregrino. Al atardecer una nutria sacó la cabeza del agua y golpeó la superficie con fuerza antes de sumergirse de nuevo. Acampé en un banco de arena fina en medio de una noche oscura que comenzaba a ser heladora. El cañón, debido a su profundidad, recibe pocas horas de sol al día, el agua es muy fría y las noche también. Al amanecer terminé el tramo de río hasta Lee´s Ferry, donde mi coche y familia me esperaban. Una buena aproximación, sobre todo por ser inesperada, a estas aguas míticas. Ahora el veneno ha inoculado en el cuerpo y no puedo dejar de buscar otros tramos asequibles donde colarme con mi barca. Y tengo unos cuantos fichados. Seguiremos informando.
En el año 1871 un hombre, John Doyle Lee, acompañado por tres de sus mujeres y un puñado de mulas, llegó al lugar donde ahora me encuentro. Una orilla del río Colorado yerma y castigada por el Sol, sin apenas una sombra bajo la que guarecerse. Había sido condenado al exilio acusado de asesinato. Obligado a separarse de diecisiete de sus diecinueve mujeres y emprender el viaje solo con dos de ellas: Rachel y Emma. Había obtenido la información que afirmaba que en la confluencia del río Paria con el Colorado este último podía ser cruzado, las paredes que lo encañonan descienden sobre sus aguas durante apenas unos centenares de metros. Los suficientes para permitir, en aquel entonces, el único cruce posible del río Colorado entre el estado de Utah y el de California. Secretamente financiado por la iglesia mormona, la misma que le había “condenado” y excomulgado, se encargó de la construcción de un puesto de comercio con los navajos, un rancho donde habitar y un ferry que uniese ambas orillas y estados. Hasta Hoy en día sigue llevando su nombre: Lee´s ferry. Plantaron frutales, un pequeño huerto y Enma, su mujer número diecisiete, decidió llamar al rancho Lonely Dell, algo que se puede traducir como “pequeño y solitario valle arbolado”.
A día de hoy es un paraje que mezcla la historia reciente de un país que hace poco más de cien años estaba en pleno proceso de colonización y un lugar mítico para aquellos que deseen descender las aguas del famoso río. Desde aquí las aguas se encañonan en el desfiladero más impresionante y posiblemente famoso del mundo entero: El Gran Cañón del Colorado. En este lugar el río es un remanso de quietud, una zona amable cargada de historia y de viajeros que terminan o comienzan un viaje memorable por las aguas rojizas de un río que se ha convertido en un símbolo. Algunas ruinas interesantes nos refieren a ese pasado no tan lejano. A finales del siglo XIX las relaciones entre pioneros e indios no era siempre buena y en este lugar se construyó un pequeño fuerte para defenderse de posibles ataques. Sus piedras reconstruidas quedan como testimonio de ese salvaje Oeste. John Doyle Lee fue finalmente ajusticiado y fusilado frente a un pelotón el 23 de marzo del año 1877 y su mujer continuó gestionándolo un par de años más hasta que se lo vendió a la iglesia mormona. Esta se hizo cargo de el ferry hasta el año 1910 cuando su gestión pasó a cargo del condado (Coconino county) En el año 1928 se construyó un puente sobre el Colorado, el llamado Navajo Bridge todavía hoy visible y practicable, y el ferry dejó de tener sentido y se perdió entre la arena y el agua del desierto.
La fiebre del oro llegó también a esta zona y algunos inversores acudieron a estas orillas a probar suerte. Testimonio de esta época son las calderas de vapor que yacen herrumbrosas semienterradas en la arena. También el esqueleto de un barco de vapor empleado para transportar el mineral necesario en la maquinaria permanece hundido a escasos metros de la orilla.
Separado algo de distancia del río Colorado pero a una distancia prudencial para poder acudir de manera rápida en caso de que alguien solicitase cruzar el río, se encuentra el rancho que John Doyle Lee y sus mujeres construyeron. Todavía hoy es visible y se puede visitar. En esos tiempos una campana colgaba en ambas orillas, cuando un viajero solicitaba los servicios del cruce solo tenía que tocarla para que el trabajador de turno acudiese.
Muchos ríos de tinta ha dejado la presa Powell. Si el río Colorado es un símbolo dentro de este país, esta presa es otro símbolo del impacto ecológico y del afán de doblegar a la Naturaleza para ponerla a servicio de las necesidades del hombre. Cañones anegados con pueblos y vestigios indios son la consecuencia, así como el bloqueo de un río (uno de tantos dentro de este Colorado) que hace que actualmente no llegue ni siquiera a desembocar en el mar. Un río en lenta agonía hacia su desaparición. Pero mucho se ha escrito sobre ello y no vamos a mencionarlo más.
Simplemente decir que en los años de la construcción de la presa (1957-1962) hubo un movimiento muy fuerte de lo que se llamó ecoterrorismo, con muchas acciones combinadas de sabotaje de la maquinaria encargada de llevar a cabo la gran obra, así como manifestaciones y otras escaramuzas. Muchos artistas e intelectuales de la época estuvieron implicados en estas acciones y como consecuencia tenemos buenas páginas de literatura. Las más famosas de ellas, probablemente, se encuentren en “La banda de la tenaza” de Edward Abbey, traducido al español por fin desde hace dos o tres años.
La historia del descenso y exploración del río Colorado es fascinante. Ha dado para rellenar páginas y páginas de libros y muchos son los hombres y mujeres que participaron en ella. Por encima de todos encontramos una figura, el primero en navegarlo en su totalidad incluidos los rápidos de sus cañones más profundos. Se trata de John Wesley Powell. Este era un hombre bajito, enjuto, con una gran barba blanca y manco tras perder un brazo en la guerra civil en la batalla de Shiloh. Hace poco leí una descripción que decía era igual a un trozo de jerky. El jerky es una especie de cecina, hecha de carne seca que se vende en tiras y que los cowboys mastican mientras cabalgan entre tabaco y escupitajo. Una tira de cecina. Llevó a cabo una serie de expediciones entre los años que van del 1869 al 1872 y que recogió en un libro como si de una sola se tratara: The Exploration of the Colorado River and its canyons. En él narra toda la exploración del río Colorado. Fueron varios botes y muchos hombres, algunos de los cuales abandonaron y otros tres fueron asesinados.
Víctimas, según cuentan, de los indios Paiutes. En uno de sus viajes se llevó a un pintor. He visto las imágenes de aquellos días: barcas de madera recorriendo grandes olas de espuma blanca y sobre ellas un rostro bíblico de larga barba en pie señalando hacia delante y manteniendo la compostura mientras sus peones reman y otras barcas naufragan. Podría ser la portada de Moby Dick. Había observado estos dibujos muchas veces y me parecían exagerados, un poco cómicos. Hasta que vi los rápidos del Colorado de cerca. Los dibujos no eran alegorías de Melville, eran el reflejo de un río enfurecido que se abre paso con violencia metro a metro en las entrañas de un cañón de dimensiones surrealistas, en un entorno salvajemente retirado de la población más cercana, recorrido con un material de hace ciento cincuenta años y una buena dosis de valor. Un grupo de gente dividido en tres barcos y capitaneados por un hombre manco, seco como la cecina y recio como las minúsculas plantas que crecen, milímetro a milímetro, en el altiplano del Colorado.