Los Viajes del Cirilo

VERANO / 2020

Cuando era pequeño recibí más de una invitación en la que se leía: Querido Cirilo, te invito a mi fiesta de cumpleaños. No sabían que mi nombre es mucho más feo todavía. Ahora Cirilo se llama mi kayak y ha sido construido por un artesano del epoxy en Fresnillo de las Dueñas, provincia de Burgos


VERANO 2020


Los viajes del Cirilo, primera parada: Cabo de Palos

Pero Cirilo es mucho barco para tan poco marinero y he venido al Cabo de Palos para que me enseñen, para estar a la altura de mi navío.

Llegué a este rincón de Murcia pasada la medianoche y entré en el parking sin querer con las luces largas despertando al resto de furgoneteros. A la mañana siguiente mi despertador sonó a las seis y media y me despertó su alarma junto al !Joputa! Que salió de la furgoneta vecina.

Hoy he pasado el día practicando maniobras y esquimotajes junto a Mel. Todo ello en un rincón de la costa murciana tremendamente bonito. Yo, que en mi ignorancia pensaba que en Murcia todo el litoral estaría construido, me he encontrado con una costa maravillosa. Hemos recorrido pequeñas calas de arena fina donde solo se puede llegar a pie o en barco y kilómetros de acantilados sin una sola edificación a la vista.

Además este lugar tiene mucha historia, y no sólo fenicia sino también reciente. En ella tuvo lugar la mayor batalla naval de la Guerra Civil donde fue hundido el buque franquista Baleares. Baleares será, por cierto, otro de los destinos cercanos de los viajes del Cirilo en este recorrido por el Mediterráneo.


Los viajes del Cirilo, segunda parada: Altea

La siguiente parada de este viaje con Cirilo por el Mediterráneo es el lugar de mi infancia: Altea. Altea es un pueblo blanco con una playa de piedras redondas en la que las olas, al romper y retirarse, hacen ruido de huevo frito.

Con Cirilo he recorrido los acantilados de Sierra Gelada y he pasado junto a la Isla Mitjana. En ese lugar hice mi primera acampada cuando tenía cerca de diez años y lo pasé tan mal que me prometí no volver a dormir al aire libre en mi vida.

La costa de Sierra Gelada tiene acantilados de arenisca y cuevas donde siempre me han contado que los contrabandistas guardaban sus fardos.

Lo aprendido en el Cabo de Palos me ha servido para navegar con seguridad en una costa larga sin posibilidad de desembarco. Ahí las olas rebotan y menean a Cirilo que navega elegante con sus formas groenlandesas bailando al ritmo del Mediterráneo.

A mi vuelta he paleado junto a una raya grande como una paella para ocho. Nadaba tranquila en la superficie ajena al resto del mundo y ha permanecido bastante rato sin inmutarse por la presencia de Cirilo.

Con las últimas luces de la tarde he desembarcado frente a la casa de mi abuela, en el momento en que la gente ya duchada y lista para salir al paseo o a cenar, baja a la playa para ver el sol ponerse, la luna salir y lanzar unas piedras al agua.

La mayor parte de esas personas son familia mía, aunque tan lejana y extensa que no conozco a muchos de sus miembros, o no los reconozco. Me da un poco de vergüenza desembarcar vestido como un superhéroe acuático entre los veraneantes recién duchados. Más aún si al desembarcar vuelco, como me pasó hace años el primer día que navegué con Cirilo, cuando perdí el poco glamour que tengo desembarcando en el momento del aperitivo.

A veces cuando vuelvo a la playa tras estar unas horas remando con Cirilo al atardecer, mi hija viene a recibirme a la orilla. Lo hace con la ilusión y con los brazos abiertos como si yo volviese de América en vez del Albir.

Luego nos bañamos juntos en la piscina para quitarme la sal y el agua está caliente como si toda la urbanización hubiese meado en ella. Es un momento dulce y tranquilo y lo más probable es que, al salir del agua, ya se haya hecho de noche.


Los viajes del Cirilo, tercera parada: Formentera

Cirilo, mi familia y yo hemos dado el salto a las Baleares. Embarcamos en el Ramón Llull a eso de las seis de la tarde y apenas unas horas después posamos el pie en el puerto de la Savina, Formentera.

La primera vez que hice este cruce tardé una noche entera. Fue hace veinticinco años y pasé toda la travesía leyendo El Perfume. Cuando amanecía entrábamos en el puerto y yo terminaba el libro. Ahora hemos tardado dos horas y media y al entrar por la bocana estamos limpiando el vómito a mi hijo pequeño, mareado como un piojo y empapado en fluidos gástricos. La caída de glamour ha sido total.

Formentera es un isla con forma de bota y un pasado miserable y otro, más reciente, hippie. ahora una botella de agua mineral pequeña te cuesta más que un bocadillo de jamón en el resto de España.

El mar es transparente como el cristal y, salvo alguna excepción, apenas está construida. Tiene playas kilométricas de arena blanca e higueras apuntaladas sobre palos bajo cuya sombra se refugian las cabras. Aunque pequeña y accesible en apariencia tiene lugares escondidos de difícil acceso, calas donde solo se puede acceder en barco o a pie e islotes donde convertirse en naufrago por unas horas. Hacia una de estas dirigí mis pasos...

Hacia uno de los lugares más perdidos de la isla me he dirigido esta tarde. Se trata de cala Codolar, situada en el extremo oriental de la isla bajo los acantilados de la Mola, la mayor elevación del lugar.

En su extremo oriental se encuentra el faro junto al que se levanta una placa en memoria de Julio Verne quien sitúa la isla en una de sus novelas. El faro antiguamente se abastecía por mar a través de esta cala donde se salvaba el desnivel existente mediante un sendero sinuoso tallado en la roca.

Si mañana tuviese que quedar con unos piratas lo haría en cala Codolar. Sigue habiendo un par de barcas maltrechas encajadas en las tradicionales casetas derruidas. He encontrado incluso un pequeño refugio excavado en una cueva natural y cerrado por un murete levantado en piedra.

Con la caída del sol he emprendido la vuelta ascendiendo, de nuevo, por el camino labrado en la roca. He salido de mi película de piratas para encontrarme en el faro con una boda asiática que posaba al atardecer. He vuelto a la furgoneta rumiando en mi cabeza que va siendo hora de emprender con Cirilo una travesía más larga.


Los viajes del Cirilo. La vuelta a Formentera.

Circunnavegación, qué gran palabro. Solo con pronunciarlo te sientes un poco Magallanes. Da igual que des la vuelta al mundo en tres años o a una isla en tres días. Yo he decidido circunnavegar Formentera, conocer todo su litoral.

Para ello me he despertado temprano esta mañana cerca de Cala en Baster y he empezado a palear sobre Cirilo cuando pequeños grupos de personas preparaban sus móviles en la cala para hacer unos buenos selfies de amanecida.

He puesto rumbo norte con los primeros rayos del sol navegando bajo acantilados mientras recorría el Parque Natural de las salinas de Ibiza y Formentera. Es en este espacio protegido donde transcurre la primera etapa en la que he bordeado las playas de Illetes y el puerto de la Savina.

En el límite sur oeste del parque natural he puesto rumbo S con el fin de desembarcar en la popular playa de Cala Saona. Ahí he llegado en plena hora punta de día playero, rodeado de multitud de zodiacs que transportaban gente entre barcos y playa.

Como un pulpo en un garaje he puesto pie en la arena vestido de superhéroe acuático entre veraneantes exclusivos, hamacas, sombrillas, mojitos, paddle surf, pelotas de playa y selfies de verano terminando el primer día de la gloriosa circunnavegación.

Los viajes del Cirilo. Vuelta a Formentera día 2.

Volví a Cala Saona para continuar mi circunnavegación de Formentera. Esta vez el panorama era diferente pues no había un alma en toda la cala y el sol aún no iluminaba la arena.

Recorrí paleando rumbo sur los acantilados que conducen hacia el Cap de Barbería donde se levanta el faro de Lucia y el sexo.

Cuando llegó el momento de doblar el cabo y poner rumbo norte quedé desprotegido del viento y comenzó el bailongo en un lugar sin posibilidad de escape.

Pasé cerca de media hora preguntándome en qué hora se me había ocurrido la idea está de la circunnavegación, con el sol cegándome los ojos y las olas rompiendo sobre Cirilo. Vamos, que me cagué.

Una hora más tarde en la que emplee toda clase de recursos de respiración para mantener la calma llegué a tierra. Desembarqué en la arena frente a mi restaurante favorito y me tomé un café con leche y unas tostadas con tomate y queso a la hora en que la gente normal empieza su jornada de veraneante y Cirilo y yo concluimos nuestro día épico.


Los viajes del Cirilo. Cuarta parada: Ibiza.

El cierre del círculo de mi vuelta a Formentera va a tener que retrasarse. Mientras esperaba un día apropiado para remar bajo los temidos (por mi) acantilados de la Mola llegó una invitación y Cirilo y yo nos embarcamos.

El plan: recorrer la isla vecina a bordo de un catamarán para conocerla a través del kayak, SUP, trekking y bici. Un planazo, vamos.

Aunque llevo muchos años viajando a Formentera la isla de Ibiza apenas la he pisado. Mis incursiones han sido escasas y fugaces como las de los piratas que asolaban la isla en el siglo XVIII.

En la primera de ellas yo era adolescente y el velero en que viajaba se averió por lo que pasé la noche en el puerto leyendo a Patrick O Brian. En la segunda , más mayor, me quedé sin dinero tras pagar la entrada del Space y, al volver a casa, se rompió la caja de cambios del coche al atravesar una acequia. Volvimos en primera hasta la casa donde vivíamos y en ello tardamos más que el ferry a Denia.

Ahora el plan cambia, espero, y vamos a navegar, caminar y remar por una Ibiza que va a ser diferente. En parte porque la pandemia tiene cerradas las discotecas y en parte porque visitaremos los rincones más perdidos de la isla guiados por aquellos que mejor la conocen.

Se terminaron los viajes del Cirilo por el Mediterráneo este verano.

La última semana transcurrió a bordo de un velero navegando, remando y caminando por el norte de Ibiza.

La vuelta a Formentera no pudo ser pues me faltó un día de buen tiempo y algo de coraje pero siempre está bien dejarse algo para el futuro.

Ahora a Cirilo le toca descansar y a mi me toca echarme al monte.

Seguiremos informando.