09
mar. 2016
Arranco con una confesión: me gusta el frío y el hielo. Lo reconozco. Inclinación, por otra parte, que hace posible que desarrolle mi trabajo en los lugares del planeta que lo hago. Ahora mismo, os escribo desde la base científica Juan Carlos I en la Isla Livingston, ubicada en la mismísima Antártida, y tras haber vivido una de las tormentas más violentas de nieve que he visto aquí en los últimos años.