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Categoría: Packraft

Esta semana Philos ha impartido su primer curso de packraft. Hemos llevado a cabo un curso de iniciación en formato de dos días. Ha tenido lugar en los alrededores de Madrid. Hemos tenido la oportunidad de navegar en aguas tranquilas (lago) y descender un río con pequeños rápidos de iniciación.

El primer día comenzamos con una sesión teórica donde los alumnos, Queco y Perico, pudieron entrar en contacto con todo el material que emplearon durante el curso. Aprovechamos esas horas que tuvieron lugar al aire libre para resolver todas las dudas acerca del material que los alumnos tenían, así como para contar la historia y la filosofía de estas pequeñas embarcaciones hinchables. Tras esta sesión teórica nos dirigimos al lago donde transcurriría el resto de la jornada. Comenzamos el trekking, que nos llevó algo menos de dos horas, hasta el punto de embarque. Revisamos las técnicas gestuales básicas y comenzamos la navegación. Las aguas tranquilas son el mejor escenario para que el alumno se sienta seguro y confiado y en ellas permanecimos remando hasta el anochecer. Con las últimas paladas, prácticamente en la oscuridad, llegamos al punto donde habíamos dejado el coche al inicio de la jornada.

Al siguiente día madrugamos para dirigirnos hasta el inicio del trekking que nos llevaría al punto de embarque en el río escogido. Fueron más de dos horas de caminata en un bello paisaje de monte con encinas y robles que nos protegían del sol. Inflamos nuestros packrafts en una pradera verde lamida por la suave corriente e iniciamos el descenso. Este transcurrió intercalando tranquilas pozas con suaves rápidos, perfectos para una aproximación a las aguas bravas. Tras llegar al punto de desembarco volvimos a nuestro vehículo caminando de nuevo bajo las encinas.

Este ha sido el primero de una serie de cursos que desarrollaremos durante el transcurso del año. Si estáis interesados en recibir formación específica de packraft no dudéis en escribirme.

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Pocos días antes de irme a vivir al extranjero he logrado hacer algo a lo que llevaba mucho tiempo dando vueltas: un viaje en kayak hinchable cargando con el material de escalada en el que pudiese descender un río e ir escalando por el camino. Con menos tiempo del que me hubiese gustado logré sacar unos días junto con Alfredo, otro amigo que ha sucumbido ante la versatilidad y ligereza del mundo del packraft. Alfredo, a parte de sacarme de cualquier sitio escalando, olvidarse los mapas, ser capaz de correr descalzo durante kilómetros después de una jornada agotadora y viajar con todo el material completamente calado dentro de la mochila, es vecino de un pueblo de Guadalajara, a las puertas del Parque Natural del Alto Tajo.

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En junio de 2015 realicé, junto a tres compañeros, la travesía de Islandia desde Vik, en la costa sur hasta Akureyri, en la costa norte. Fueron un total de 370 kilómetros aproximadamente y tardamos trece días en recorrerlos. El grupo lo formamos cuatro personas: Juan Carlos Jiménez, Eduardo Muñoz, José Carmelo Peñate y yo.

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En la Primavera del 2015 volví a juntarme con José para viajar por Laponia. Hacía ya mucho tiempo que queríamos recorrer la masa de hielo más grande de Noruega continental por encima del círculo polar ártico: el glaciar Svartisen.

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No es un secreto que España, ni siquiera Europa, es el mejor sitio para realizar actividades en piragua hinchable ligera (packraft, detesto los anglicismos pero es lo que hay). En el fondo éstas están pensadas para llevarlas a lugares remotos donde portear una piragua convencional sería imposible o un martirio. Vivimos en un sitio donde siempre hay un acceso medio cercano y una carretera, muy a nuestro pesar muchas veces, recorre el terreno cerca del lugar donde hemos planificado nuestra aventura.

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El pasado fin de semana acudí junto a mi amigo Marco a remar en packraft un clásico de aguas bravas de la zona centro: el tramo  del río Alberche que discurre en a los pies de la sierra de Gredos. Tras el desayuno reglamentario en la churrería del Burgohondo nos dirigimos a Puentearco, lugar de embarque del tramo a recorrer.

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Una madrugada de domingo caminaba por las calles de Budapest con las manos en los bolsillos y la boca escondida tras el cuello alto de mi capucha. Hacía frío y apenas se veía gente por la calle. Cargaba con mi mochila estanca de color blanco y me dirigía hacia la estación de tren, los remos colgando del macuto y las manos en los bolsillos. Apenas había amanecido mientras me subía a un vagón en dirección al sur, a la localidad de Baja situada a las puertas del Parque Nacional Duna Drava. Llevaba ya demasiados días en la ciudad y necesitaba un respiro en la naturaleza, salir de la niebla que envolvía la capital húngara, descansar en soledad del gentío que recorre constantemente una ciudad maravillosa e inagotable.

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Aquí está el vídeo montado y grabado por Marco García sobre nuestra última exploración en packraft por la zona centro. Donde pasamos más frío que en el polo y lo único que descubrimos es que la estupidez humana pocas veces tiene límites.

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Necesitábamos alguna excusa para volver a tomar el desayuno macrobiótico en ese bar perdido del rincón de la sierra. Ese bar de chimenea ardiente, cazadores resacosos y muchachas maquilladas a las ocho de la mañana preparadas para servir el almuerzo a los clientes que entran como gotas de agua atravesando una puerta de cuentas colgantes de mil colores.

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El pasado fin de semana investigamos con nuestros packrafts algunos lugares de la zona centro. Recogí a mi amigo Marco el domingo a las seis de la mañana y a las ocho y media nos estabamos tomando un desayuno macrobiótico en un bar perdido en la serranía a base de huevos, pimientos asados, lomo y patatas fritas (del griego makros=grande).

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