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Casi un mes ha pasado desde mi última entrada en el blog. Y no porque no hayan pasado cosas interesantes en este tiempo, sino porque han ocurrido demasiadas. Terminé mi viaje de barranquismo y remo por el desierto del Altiplano del Colorado y volé rápidamente a Alaska. Me reuní con cinco instructores de alpinismo de varios países para recorrer unos glaciares de las montañas Chugach en el Sureste de Alaska.

Según revelamos los carretes del viaje aparecen nuevas fotos que, poco a poco, van perfilando el diario de lo que ha sido nuestro viaje. Un diario construido sólo con imágenes que recuerda personas, animales y situaciones. No están colocadas en orden cronológico, de momento componen solamente escenas variadas de lo que ha sido casi un mes metidos en una canoa navegando por unos ríos remotos y salvajes de Alaska y el Territorio del Yukón.

Desde una cama con sábanas limpias y la ropa recién salida de la lavadora escribo estas lineas. Tras abandonar la cabaña de Joe y su mujer Helenmarie en la desembocadura del Coleen River emprendimos la última parte de la navegación del río Porcupine. El otoño había llegado en cuestión de días y el bosque cambió de tonalidades casi sin darnos cuenta. El río Porcupine desemboca a su vez en el gran Yukon. Pueblos como Beaver o Steven Village surgen en sus orillas y en pocos días alcanzamos el puente que atraviesa el Yukon y con él la Dalton Highway. Desde ahí nos trajeron hasta Fairbanks en coche.

Son las doce de la noche y Dani y yo descansamos en un albergue de Fairbanks. Un albergue con dos perros gordos que reptan por una moqueta roja  desteñida por el paso de cientos de mochileros. Olemos a humo, a fuego y a muchos días sin ducharnos. Creo que por eso nos miran tan raro, por eso y por nuestras cuatro mochilas enormes manchadas de barro.

Ayer por la tarde nos denegaban el permiso de entrada a Estados Unidos via fluvial por el Porcupine River. Lo que suponia la imposibilidad de completar nuestro viaje.

Hace veinticuatro horas recorría en moto los caminos polvorientos de una pequeña isla con una paella colgando del brazo y el sabor a mar metido en los labios. Un día después salimos hacia el Territorio del Yukón, Canadá. Volamos desde  Madrid a Frankfurt y de ahí a Whitehorse, capital de los Territorios del Yukón.  Como siempre las últimas horas previas a estos viajes son de locos, listas de material, olvidos de última hora y estrés por todos los lados.

Otro de los aspectos importantes en un viaje de este tipo es la comunicación. Por un lado el mantener un sistema de comunicación que funcione en cualquier circunstancia es fundamental frente a una situación de emergencia. Si se diera el caso de solicitar ayuda allá donde nos encontremos el teléfono ha de funcionar perfectamente sin ningún margen de error. Para ello llevamos un terminal satélite de la red Iridium, en concreto el modelo de Motorola 9505A.

En un viaje tan largo como es éste y en un entorno tan poco humanizado, la orientación es fundamental y complicada. El río siempre baja pero el paisaje es poco cambiante y a menudo se pierden las referencias de posición. Lo más cómodo es usar un mapa de río previamente editado. Se trata de un libro que se lee de fin a principio (se comienza a leer desde la última página siendo esta el inicio del río) y que está orientado en el sentido de la corriente y no hacia el norte como la mayoría de los mapas topográficos. Se van pasando las páginas según se progresa por el río hasta llegar a la número uno que coincidiría con la desembocadura o con el final de trayecto. En viajes de este tipo Google Earth es una herramienta fundamental que puede ayudar mucho con la planificación.

Ya hemos vendido la mitad de las camiseta hechas hasta la fecha. Se van agotando algunas tallas. Si queréis reservar o comprar alguna escribidme en el formulario de contacto. También se pueden pagar por paypal o de cualquier otra manera. Aquí van unas fotos para que podáis echarles un ojo.

Nuestro amigo Jesús Alfayate nos ha sorprendido con un precioso mapa de la expedición: