Necesitábamos alguna excusa para volver a tomar el desayuno macrobiótico en ese bar perdido del rincón de la sierra. Ese bar de chimenea ardiente, cazadores resacosos y muchachas maquilladas a las ocho de la mañana preparadas para servir el almuerzo a los clientes que entran como gotas de agua atravesando una puerta de cuentas colgantes de mil colores. Continuabamos explorando las posibilidades para el packraft por los rincones de la zona centro, esa era la excusa perfecta. A veces en estas exploraciones se triunfa y otras, las más habituales en mi caso, se vuelve a casa con el rabo entre las piernas, en estos últimos casos lo importante es, al menos, haberse echado unas risas. Eso es lo que nos ocurrió el pasado domingo. El plan preveía descender un cañón seco y desembocar en un río para ser descendido con nuestros packrafts. Era octubre, finales, el cañón no estaba seco no: estaba frío. Y el río no tenía agua suficiente. El paisaje era increiblemente bello, algunos árboles incendiaban el bosque entre la maraña frondosa de pinos. Por cuestiones de logistica personal yo no llevaba neopreno, ni escarpines, ni traje seco, y la temperatura del agua corriente en la profundidad del barranco era gelida. Descendimos el barranco con nuestros packrafts usándolos para introducirnos en el agua lo menos posible. Más tarde hubimos de acortar el itinerario planificado por falta de agua y pudimos remar mucho menos de lo deseado.

Os dejo algunas fotos pero en este enlace de planetapackraft podéis ver todas las fotos de la actividad.