12
oct. 2012
Dicen que Ibontxu Inard visitó Ogden hace muchos años para impartir unas clases y conferencias sobre escalada. De esa visita salieron algunas vías de corte diferente en las profundidades o alturas del cañón de Ogden. Ayer fue su turno con dudosos resultados. Una fisura de puños de 5.10 donde ninguno de nuestros friends entraba, o mejor dicho donde ninguno se empotraba. Para llegar a ella tenías que arrastrarte, trepar por pendientes de piedras cubiertas de musgo y rapelar de un clavo de la época de Ibontxu. No pudimos escalarla. En su visita, Ibontxu debió de tener empotradores más anchos para protegerla; bajamos con el rabo entre las piernas y el sol escondiéndose entre los arces rojos. Para enmendar el fracaso nos dirigimos a Chouinard Chimney, que no es una chimenea sino el único offwidth de todo Ogden. Con un poco de pelea e imaginación a la hora de asegurar la vía logramos llegar a su cima. Luego comenzó, a oscuras, lo más complicado del día: el descenso. Pedreras que resonaban en la noche iluminando su recorrido con las chispas que generaban al caer. Llegamos al coche en la oscuridad más plena, con las piernas y los brazos arañados como si hubiésemos corrido un encierro, después de haber echado toda la tarde con rápeles, subidas, bajadas y embarques para subir con ello diez metros de una grieta oscura y abandonada. Y lo peor de todo es que con estas cosas nos lo pasamos bien.