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ene. 2013

Páginas en blanco 10. Lago.

En nuestro trabajo en la Antártida se hacen cosas muy raras. También se ven cosas muy raras. Vestidos con el material de escalada más técnico del mercado hemos cazado pingüinos para extraerles sangre, también vestidos de esta guisa nos hemos dedicado a pescar anostráceos en un lago de medio metro de profundidad armados con una espumadera. Cosas que no te enseñan a hacer en la escuela de guías de montaña. Escalar una antena en mitad de la ventisca o portear litros de agua de un campamento a otro.  Hace poco veía a un gran escalador con gafas de ventisca y vestido para escalar la norte del Eiger metido en un almacén con agua hasta los tobillos golpeando con un piolet técnico un bloque de hielo en el suelo, el agua salpicaba y parecía que le hubieran echado por encima litros y litros de agua.

Esta mañana hemos vuelto  a las andadas extrayendo agua de un lago helado. Los científicos caminaban sobre él con trajes de supervivencia empujando una zodiac por el hielo. Tras realizar un agujero en su superficie han extraído hasta sesenta litros de agua que luego hemos porteado hasta el campamento. Tras pasar la mañana trabajando en el campo por la tarde se filtran y procesan  las muestras en el iglú laboratorio.

Tras una breve salida del sol, la niebla ha vuelto a echarse sobre nuestras cabezas. Por la noche a comenzado a descargar una nieve fina  en dirección casi horizontal empujada por el viento. De nuevo, ventisca. Al amanecer las tiendas estaban otra vez cubiertas por la nieve y los caminos trazados sobre la nieve han vuelto a desaparecer. Parece que la nieve no va a derretir hasta la llegada del nuevo invierno con lo cual permanecerá todo el año. Los elefantes marinos se acomodan en la playa sobre el lecho de algas que abandona la marea al bajar. Se juntan unos con otros para darse calor. De esta manera pasan días enteros sin apenas desplazarse en una orgía interminable de excrementos, algas y barro. Al levantar ligeramente sus enormes corpachones, humaredas de calor se desprenden de sus cuerpos. Emiten sonidos que se escuchan desde el campamento y se revuelcan y rascan con el material que tenemos de reserva en la playa. Ayer un gran macho descansaba su cabeza entre una batería de doce voltios y un generador de repuesto. Cuando nos acercamos y hacemos ruido reorganizando el material se despiertan sobresaltados. Nos miran con sus enormes ojos y abren la boca sin emitir ningún ruido, no se sabe si están bostezando o si es una advertencia. Sin embargo nunca se mueven, parece no molestarles demasiado nuestra presencia o a lo mejor se han acostumbrado ya a ella.