13
feb. 2014
Nuestro trabajo como guías de montaña en la Antártida a veces roza el surrealismo, como cuando tenemos que realizar misiones del tipo capturar elefantes marinos con una red para tomarles muestras. Cosas que no te enseñan en ninguna escuela de guías. Pero una parte bonita de la vida aquí es la cantidad de cosas que se pueden llegar a aprender de otras profesiones que, por necesidad, te puedes ver obligado realizar. Ello se debe a la cantidad de recursos que se deben desarrollar en un lugar donde uno está aislado y ha de ser autosuficiente en muchos aspectos.
Por ello el técnico de montaña a veces tiene que hacer de proel en la Zodiac, mecánico con las motos de nieve o incinerador el día de la quema de basuras. Todo ello se ha de aprender antes. Esta semana le ha tocado el turno a los primeros auxilios. Tras pasar una mañana pinchando anestésicos caducados a una naranja luego tocó coserla. A la hora de comer descansaba sobre la mesa llena de cicatrices, puntos y agujeros, como si a Naranjito le hubiesen dado una paliza. Luego los elementos se confabularon para lesionar a unos cuantos trabajadores de la base y me tocó inyectar en carne de verdad. A la hora de la noche le había visto el culo a un número importante de la base. Muchos de ellos me miraban con desconfianza cuando me veían cargando el antiinflamatorio en la jeringuilla y les decía que practicaría con ellos. Hubo quien se negó. No me extraña. A media tarde mi amigo J. se cortó un dedo y había que coser. Yo disimulé mi cara de mal rollo cuando vi la herida abierta y la limpiaba de sangre. Mientras, sacaba temas de conversación que no venían a cuento con la intención de hacer de anestésico anímico. ¿De verdad percibes el cambio climático en la base? Increíble como está jugando el Atlético… En el momento de la verdad y con la curva aguja de coser en la mano me vine abajo y no fui capaz de enhebrar la piel de J. Pensaba en los años futuros recordándome campaña tras campaña el desaguisado de una cicatriz mal hecha. Me limité a anudar el hilo negro que asomaba de los labios de su herida. Con eso yo ya me sentía como House.