11

ene. 2013

Páginas en blanco 11. Sol.

El viento ha caído y ha salido el sol. Un disco pálido  que destaca su forma perfecta entre las  nubes blancas.  EL ruido del viento se ha parado y la calma que reina en el campamento al amanecer es inquietante. Todos nos hemos despertado sobresaltados por el silencio. Los sonidos se amplifican y desde el  saco de dormir se puede escuchar el profundo respirar de los elefantes tumbados en la playa. Durante la noche una suave pátina de nieve ha caído como una sábana de blancura impoluta recién extendida sobre las costas de la península Byers. Ha borrado huellas y caminos. Manchurrones y cadáveres de elefantes y focas. Ahora resplandece bajo un tenue sol que va cobrando fuerza a lo largo del día.  La isla se despierta de manera placentera.

En estos días, raros en la zona, hay que aprovechar para llevar a cabo todo el trabajo posible. Un día de buen tiempo, o incluso unas horas, es sólo el intermedio entre una tormenta y otra. Por ello hay que aprovecharlo. Por la mañana subimos al lago y continuamos los trabajos sobre la capa de hielo parcialmente derretida. A nuestro retorno la claridad permite ver, alrededor,  un espectáculo de los que te hacen sentir afortunado: las islas Shetland del Sur. Nevadas, blancas y en calma se contemplan desde el pequeño cerro conocido con el nombre de Mirador las islas Snow, Smith, Rugged Island y Decepción. Al otro extremo de isla Livingston  se divisan  las montañas Friesland, destacando por encima del paisaje con sus séracs colgantes como merengues a escala  de gigantes.

Por la tarde David y yo nos afanamos en reparar nuestro refugio. El iglú, tras más de diez años de prestar servicio a los investigadores, viste entre sus paredes fisuras e imperfecciones. Es el precio de descansar pesadamente durante más de una década sobre uno de los lugares con peor clima del mundo. Fisuras y grietas recorren el techo como cicatrices del tiempo. En estos días de sol y moscas reparamos los desperfectos preparando  nuestro iglú para próximas campañas.

Por la tarde el sol colorea  los pequeños montecillos situados a espaldas del campamento. Un atardecer largo y pesado como de incendio que no termina de apagarse. Nubes moradas y rojizas que proyectan sombras largas sobre la nieve.   Un día más pero diferente; precursor sin duda de mal tiempo.