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feb. 2014

Páginas en blanco 12. 2014

Más de uno ha definido el entorno polar como la combinación perfecta entre mar y montaña. En Isla Livingston los glaciares se derrumban en el mar azul creando barreras de hielo que caen a pico sobre el agua. A veces en algunas calas el hielo desciende lento y suave hacia la línea de mar como en Caleta Argentina o en Sally Rocks. En otros casos el glaciar, en su retiro, deja salientes de roca desnudos de hielo en forma de cabos, puntas o pequeñas penínsulas.

Ayer por la tarde tuvimos que ir a unas de estas puntas a realizar una medición. Punta Ereby es un terruño rocoso que se extiende frente a nuestra base al otro lado de Bahía Sur. Un buen sitio donde abandonar a su suerte sin agua ni víveres a una tripulación amotinada. No hay nada. Ni los pingüinos la quieren para criar. Solo un puñado de cormoranes de ojo azul y algunas gaviotas nos vigilaban desde los peñascos. Un islote como pintado por Mordillo rodeado a partes iguales de agua y hielo. Pero estos lugares inclementes y descarnados también son bellos a su manera. El suelo rocoso está tapizado por un número increíble de conchas de lapa, alimento de gaviotas y petreles que dan, con la reverberación del sol, mil reflejos de colores. Una foca cangrejera descansaba en las orillas y también lo hacía algún pingüino despistado.  Una boya amarilla, náufraga de algún buque tomaba el sol tirada entre las rocas.

Nosotros desembarcamos, con nuestros aparatos y nuestros trajes de supervivencia en aguas frías, como salidos del futuro. Los animales nos miraban con desconfianza  y las gaviotas chillaban nerviosas realizando círculos sobre nuestras cabezas. Pocos lugares tan desolados se han visto nunca. El cielo estaba despejado y ni una brizna de viento movía la superficie del mar. Frente a nosotros se elevaban las montañas más altas de la isla, los montes Friesland. Era una imagen poco habitual pues estos picos suelen estar cubiertos por las nubes, y ocultos desde la localización de nuestra base. Un hermoso panorama visible desde un lugar de difícil belleza,  yermo y abatido por el viento casi incesante. Otro ejemplo de cómo la belleza se halla muchas veces donde uno no pretende encontrarla.