15
ene. 2013
Sorprende ver cómo cambia el paisaje de año a año. Cambia el paisaje y con él los seres que lo habitan. Este año hay mucha nieve, tanta como ningún otro que hayamos conocido. Y también hay más petreles gigantes cerca de la playa. Sus corpachones descansan sobre la nieve y mueven su cabeza nerviosa. En cuanto detectan la presencia del hombre salen volando con torpeza. Es un ave grande que necesita despegar desde un lugar un poco elevado, por eso anidan en pequeños roquedos. Cuando lo hacen desde tierra requieren una pista de despegue larga que recorren en torpe carrera. Tampoco se ven escúas cerca del campamento. Estas alteraciones tienen un motivo. La presencia de los animales gira en torno a la existencia de alimento.
Decenas de elefantes muy jóvenes yacen en el interior, sobre la nieve. Son cachorros nacidos hace muy poco, la nieve los ha confinado en profundos hoyos que han ido derritiéndose en su interior quedando ellos dentro. Las crías han quedado atrapadas en el fondo y no tienen fuerza ni posibilidad de salir al exterior. A estas alturas del año no debería quedar apenas nieve pero al haberla ha cavado la tumba de decenas de elefantes marinos, nunca mejor dicho. Los petreles sobrevuelan su futuro banquete y de vez en cuando se lanzan en picado contra alguna presa, los elefantes luchan por subir y escapar pero cada vez van teniendo menos fuerza, la mayor parte están desnutridos y algunos, aunque vivos, muestran picotazos en sus cabezas. El espectáculo es dantesco en su sentido más literal, si hiciese calor parecería una tortura para los condenados en el Infierno de Dante: El cielo gris de Byers, el viento ululando sobre sus cabezas, y cantidad de focas recién nacidas intentando salir de un agujero mientras se las comen vivas. Dan ganas de ir en mitad de la noche y sacarlas una a una de su condena. Pero más de un biólogo se echaría las manos a la cabeza. Aunque suene manido, la naturaleza es así y se rige por leyes de una crudeza difícil de concebir para nosotros. Las focas que consigan salir, tan desnutridas, no lograrán sobrevivir al invierno. Y si se salvasen todas son los cientos de petreles expectantes los que yacerían, secos y cadavéricos, el año que viene en la playa.