16
ene. 2013
Hay un capítulo de la serie Doctor en Alaska en que llega la primavera al pequeño pueblo, y con ella el deshielo. Los habitantes de Cicely se comportan de manera extraña. Construyen esculturas disparatadas en mitad del bosque, adquieren comportamientos que nunca antes habían tenido. Algunos están irritables, otros enamorados o confundidos. La tensión se carga en el ambiente del pequeño pueblo hasta un punto insostenible. La crispación, la pasión y el surrealismo llegan a su punto álgido en el que ninguna emoción más puede ser contenida en el pequeño microcosmos de Cicely y es entonces cuando, ¡Crack! El hielo se rompe, el deshielo ha llegado. Los ríos vuelven a fluir liberados del hielo. Los lagos abandonan su forma solida y el agua se mueve por fin, libre. Las montañas se llenan de líquido que limpia de nieve sus laderas. Los humanos reconducen sus pasiones, su energía se canaliza y vuelven a la vida normal como si nada hubiese pasado.
Byers no es Alaska, ni el campamento es Cicely. No tenemos locutor aunque la radio suena todos los días con una voz metálica pero con un mensaje más frío y repetitivo que el de la serie. No hay un Brick´s donde una rubia te ponga una hamburguesa de alce con una cerveza ni un alcalde que haya sido astronauta. Es una comunidad más reducida, situada en un lugar donde el hombre no debería vivir. Los verdaderos habitantes son elefantes marinos, petreles, escúas, charranes, pingüinos y focas. Pero hay deshielo, y un crujido salvaje ha retumbado durante unas horas por la playa. Los diques de los lagos congelados se han roto debido a las lluvias y a las temperaturas de los últimos días. Han roto y el agua fluye, por fin libre por debajo de la nieve. Un arrullo como de trueno resuena desde entonces. Y el agua, a su paso, limpia de nieve la llanura. Deja al descubierto un musgo verde casi luminoso con muchas tonalidades imperceptibles a primera vista. Ahora el paisaje irá cambiando día a día, incluso hora a hora. Y con él algunos animales marcharán y otros llegarán. El deshielo dará lugar a un verano tardío que, antes de alcanzar su plenitud, empezará a agonizar con el frío y la oscuridad del próximo invierno.