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ene. 2013

Páginas en blanco 16. Pingüinera.

Hace cuatro años trabajé en una pingüinera situada cerca del campamento. Acompañé a un pingüinólogo, palabra que no creo que exista, a medir y sacar sangre de decenas de pingüinos. Pasé una semana entera en ese lugar y ahora, años más tarde, vuelvo a visitarla.
 
A primera vista la colonia de pingüinos ha crecido. Aparecen aves incubando en nidos antes abandonados.  En esta época del año los huevos han eclosionado hace poco y los pollos, a razón de dos por nido, permanecen aún al calor de sus progenitores, sin salirse del pequeño circulo de piedras.  Tanto la hembra como el macho incuban los huevos y ambos se turnan para ir hasta el mar en busca de alimento y traerlo para sus crías. Los pollos aún no se mueven por el entorno y la pingüinera permanece, de momento, ordenada. Los nidos, construidos con pequeñas piedrecitas colocadas en círculo se disponen en varias terrazas desde lo alto de un cerro hasta primera línea de playa. A parte de estas aves, otras especies conviven en la colonia formando un organismo donde todos los elementos se interrelacionan.  Junto al primer nivel, rozando las olas del mar, se desparrama un par de núcleos de elefantes marinos. Muy cerca de ellos encontramos los primeros nidos de piedras algunos de ellos sobre lo que queda de un esqueleto de ballena. Los petreles flanquean la colonia desde posiciones más elevadas, como vigilantes apostados en aéreas atalayas. Siempre al acecho y expectantes se encuentran las escúas. En parejas recorren la pingüinera buscando  continuamente algo que rapiñar o algún polluelo de padres despistados que sea presa fácil para esta ave carroñera. Las escúas desarrollan estrategias sorprendentes para hacerse con sus presas, a veces lo hacen incluso en grupo despistando a los padres por un lado mientras que por el otro se escapan con el polluelo. Las gaviotas y los charranes están también presentes en la dinámica estructura.

La pingüinera está viva. Crece, disminuye y está en continuo movimiento. Se modifica. Cuando los pollos crezcan saldrán de sus nidos. Si son españoles permanecerán algo más de tiempo con sus padres. Entonces se formarán guarderías donde los jóvenes se juntan al cuidado de uno o dos adultos. De esa manera los padres podrán encargarse más libremente de buscar sustento.  El orden actual de la  pingüinera entonces se rompe y grupos menores vagan por el interior de la colonia. Cuando los padres acuden desde el mar con la comida para sus crías se dirigen a las guarderías y, a través del sonido, reconocerán y llamarán a sus crías. Entonces comenzará la fase de las carreras, el padre llama a las crías y estas se dirigen hacia él. En el último momento el adulto echa a correr y el que lo alcance obtendrá, como premio, la comida. Así un pingüino irá creciendo cada vez más fuerte y sano y el otro se irá convirtiendo en el débil. Seguramente no llegará al invierno y acabará siendo pasto de las escúas. En esta fase llama la atención la diferencia de tamaño de los hermanos de misma edad, el esmirriado frente al hercúleo, bien alimentado. Selección natural. En la fase de las carreras la pingüinera está hecha un desastre. Las blancas  cagadas a chorro de los pingüinos dibujan un gigante cuadro de Pollock apreciable desde lo alto de la colonia. Las escúas chillan constantemente excitadas con el banquete pues los débiles empiezan a caer y los grupos grises de polluelos corretean como enjambres de abejas de un lado para otro.  Los gruñidos de los elefantes marinos, los graznidos de los petreles y los chillidos de los charranes contribuyen a la esquizofrenia general. 

Con la llegada del invierno  los pingüinos abandonan la colonia. Cada cual marcha por su lado. Al cabo de un año volverá a encontrarse el macho con la hembra. La cita de todos los años tendrá lugar exactamente en el mismo nido, temporada tras temporada.