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dic. 2012

Páginas en blanco 2. El desembarco.

La base permanece cerrada y desierta desde marzo del presente año hasta ahora. Desde entonces queda cerrada a cal y canto, la isla deshabitada y todo rastro humano desaparece durante ocho meses. El otoño austral deja paso al invierno. También marchan la mayor parte de los animales; por marchar, marcha hasta el sol. Con la llegada de la primavera los animales regresan antes que nosotros. Comienzan a reproducirse y a anidar, criar o incubar. Se instalan en las nieves y reciben tranquilamente los primeros rayos de sol. Entonces llegamos nosotros. Desembarcamos. Tíos raros con vestidos espaciales llevando máquinas enormes y ruidosas. Una invasión. Ruido, gritos, movimiento. Y en las playas y por los acantilados de la isla: pingüinos papúa, barbijos, charranes, elefantes marinos, focas de weddel, petreles gigantes y petreles de las tormentas, escúas y gaviotas. Nos miran alucinados, los pingüinos huyen corriendo torpemente por la nieve buscando el refugio del agua, pierden el control de sus esfínteres por el stress y excretan en su loca carrera. Los elefantes se desplazan rebotando sus cuerpos fláccidos e intentando deslizarse torpemente. Los charranes se lanzan en picado sobre aquél que se acerca a sus huevos, incubados sin nido sobre los primeros espacios libres de nieve. Interrumpimos su plácido descanso de los últimos meses y ocupamos su isla.

Las operaciones de desembarco se extienden durante un día entero descargando el material necesario para nuestra campaña. Toda clase de víveres y material se trasladan desde la línea de playa hasta la base situada unos cientos de metros más arriba.

Durante unos meses conviviremos todos juntos, animales y humanos en esta pequeña caleta de Isla Livingston. Con la llegada de la noche y el frío, todos emprenderemos de nuevo el camino a lugares más cálidos.