24
ene. 2013
Hace tiempo escuché los consejos de algunos viajeros polares acerca del entrenamiento para sus travesías. Muchos coincidían en que apenas entrenaban. Únicamente se empleaban en coger unos kilos de más que luego, durante sus viajes, quemarían y les servirían de reservas frente a una dieta hipocalórica. Ese es un buen entrenamiento, y decidí ponerlo en práctica. Durante la campaña antártica de aquel año casi engordo diez kilos en cuatro meses. A la vuelta me preparé para una expedición de 400 kilómetros por el Ártico, y lo hice desde el sofá de mi casa, comiendo. Todos los días entrenaba echándome al estómago bollos y todo aquello que encontraba. Pasaba las tardes en el sofá viendo la tele y comiendo y, cuando me llamaban mis amigos para salir a escalar tenía que decir:
-No puedo, tengo que entrenar.
Entonces colgaba el teléfono y me comía otro donut. Ese sí que era un buen entrenamiento. Nada de correr por las mañanas y perder peso para escalar más ligero. O hacer dominadas con dos dedos sufriendo colgando como un chorizo. No. Nada de eso. El entrenamiento polar es mucho más divertido, tienes que lograr repetir plato en todas las comidas y buscar los productos más grasientos del mercado. El esfuerzo es importante pero merece la pena. Las únicas barritas energéticas que sirven son las de chorizo o longaniza. También es importante beber mucho alcohol pues todos sabemos que es bueno en la lucha contra el frío y, además, engorda.
Durante la campaña antártica es difícil no seguir las directrices de el entrenamiento polar pues la comida es potente y más que abundante. A menudo me preguntan cómo nos alimentamos y mucha gente piensa que ingerimos comida liofilizada como si fuésemos astronautas. Pero nada más lejano de la realidad, nuestro campamento está lleno de comida por todos lados. Por un lado la que recibimos de la base preparada por un cocinero profesional y envasada al vacío, platos elaborados y auténticos manjares. Por otro lado, las abundantes provisiones que hemos traído con nosotros donde van incluidas chocolatinas y chucherías de todo tipo así como embutidos, vino o cervezas. La actividad tampoco es excesiva y resulta difícil no engordar.
Aquel año seguí al pie de la letra todas las recomendaciones del entrenamiento polar pero la cosa no funcionó y acabé mi viaje rescatado por un gran helicóptero que aterrizó en el hielo al cabo de unas semanas. En el futuro intentaré nuevas formulas.