01

feb. 2013

Páginas en blanco 22. Recogida.

Un buque envuelto en la niebla señaló el inicio de nuestro último día en el campamento. Un buque envuelto en niebla y  viento. La labor de desmantelamiento del campamento empezó con retraso. El viento no hacía posible las maniobras. Dentro del iglú comenzamos la espera, con el material listo para ser recogido. El viento aumentó y a las pocas horas alcanzaba rachas de más de cien kilómetros por hora reventando algunas tiendas mientras otras se doblaban peligrosamente. Cuando empezaron las maniobras el viento decreció un poco pero la lluvia aumentó. Continuamos con la carga de material durante muchas horas. A menudo las Zodiacs tenían que detener su trabajo pues navegaban rozando el límite de la seguridad. Nosotros mientras recorríamos los cuatrocientos metros que separan la playa del campamento cargados con bidones y otros materiales. Las maniobras continuaron durante la ya oscura aunque todavía corta noche antártica. Desde el campamento se podían observar las pequeñas luces de nuestros frontales parpadeando en la oscuridad del camino. A las cuatro y media de la madrugada la última barca abandonaba la playa en dirección al buque con nosotros a bordo.

Las luces de las zonas polares son extrañas. Estas reflectan en el mar y en el hielo, a deshoras, cuando los que vivimos en una franja del planeta más habitable no estamos acostumbrados a la claridad o a la oscuridad. El ocaso se junta con el alba y no se sabe si amanece o anochece. En el momento de nuestra salida de la Península Byers ya es de día. Hace unas horas ha empezado a amanecer con una luz clara y suave. Los momentos mágicos del ocaso, para nosotros acostumbrados a ser fugaces e intensos, se diluyen en el tiempo en esta latitud, son más dulces y suaves, y se percibe una gran calma. Tras una tormenta de lluvia y viento como la que hemos tenido reina una calma luminosa, una calma que da lugar a una tranquilidad casi onírica. La playa se aleja y en ella quedan los verdaderos habitantes de estas islas: elefantes, pingüinos y muchos otros animales. Nosotros emprendemos el rumbo al buque y a la comodidad. El mar de color de plata salpica borreguillos de espuma al paso de nuestra motora. Nosotros avanzamos en silencio calados y entumecidos. Sabemos que en pocos minutos estaremos bajo la primera ducha de agua caliente en más de un mes, para más tarde dormir entre sábanas y mantas.