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ene. 2015

Páginas en blanco 4. Las crónicas de la campaña antártica 2014-2015

ALEGRÍA Y CELEBRACIÓN AL TOCAR FONDO

4) Agujereando el glaciar.

La mayor parte de nuestro trabajo transcurre en dos glaciares situados muy cerca de la base. Acompañamos a científicos a medir y tomar datos de una red de estacas colocada a lo largo estas dos lenguas glaciares. Este año, a parte de las habituales mediciones, hemos de realizar un trabajo nuevo.

 Acompañando al proyecto habitual han acudido un grupo de cuatro japoneses de la universidad de Hokkaido. Su intención es la de realizar una serie de perforaciones en el glaciar que lleguen a tocar el lecho del mismo, es decir, la roca sobre la que se desplaza el hielo. Ésta se encuentra, de media, a unos ciento cincuenta metros. Hacer un agujero en el hielo de semejante profundidad no es fácil. Para llevarlo a cabo hemos tenido que ingeniárnoslas para transportar una gran cantidad de material y peso hasta el lugar del sondeo. Este se realiza introduciendo una lanza de la que sale agua hirviendo a presión conectada con una manguera y que se baja con la ayuda de un trípode hasta las profundidades heladas. Una vez hecho el agujero se estudian varias cosas entre ellas la presión del agua que desliza, o no, por debajo. Se toman muestras de sedimento, se instalan sensores de varios tipos y se estudian los microorganismos que allí se encuentran tras haber esterilizado el agujero para eliminar toda contaminación que hayamos podido generar en el interior.

Llevar dos motores de doscientos kilos hasta el lugar señalado no es tarea fácil. La idea era la de transportarlos desde nuestra playa, aquella que se encuentra frente a la base, hasta otra bahía donde el glaciar es de fácil acceso. Una vez en ese punto los llevaríamos sobre un trineo de uno en uno. Esperamos que el mar estuviese en calma, reconocimos la zona de desembarco y, tras mucho esfuerzo, los posamos junto a la nieve, entre los elefantes marinos y unos pingüinos despistados que pululaban por la playa. Al día siguiente, madrugamos para encontrarnos la nieve dura y salimos de madrugada en busca de nuestros motores abandonados. Costó deslizar uno de los trineos que se hundía por el peso en la nieve demasiado blanda. Al llegar la tarde disponíamos de casi todo el material necesario en la zona de trabajo. Entonces comenzó el siguiente problema a resolver: el agua. Las máquinas consumen casi dos mil litros de agua por hora. Y son necesarias entre dos y tres horas para una perforación de ese tipo. Dada la cantidad de nieve depositada sobre el hielo, es imposible encontrar canales de agua corriente por el mismo y  hubimos de transportar todo el líquido hasta el punto. Nos hicimos con tres depósitos y trasvasamos agua para llenarlos desde una zona situada a un kilómetro del sondeo. 

Han pasado ya muchos días trabajando en el glaciar. Hemos hecho dos agujeros y transportado miles de litros de agua de un sitio a otro. Celebramos el final de la primera perforación descorchando una botella de champán en la inmensidad del glaciar y, desde entonces, el grupo de japoneses anda muestreando en las profundidades. Nosotros llevamos agua y material de un sitio a otro y nos encargamos de que la zona donde se trabaja es segura y sin grietas. También aprendemos japonés y ellos español. Saludamos en nipón, nos dan las gracias en español, beben Rioja y nosotros un licor repugnante que guardan en tetrabriks y que resucitaría a un muerto. Los domingos alucinan con la costumbre del  aperitivo y por las noches proyectamos algún que otro documental de montaña en japonés del que, nosotros, entendemos más bien poquito.  Yo observo su meticulosidad cuando trabajan con parsimonia mientras arrecia el viento y se empeñan en enrollar perfectamente un cable de cientos de metros. De momento el trabajo continúa y aun nos quedan unos cuantos butrones por perforar. Así, agujereando el glaciar, van cayendo las hojas del calendario y el verano austral pasa volando, empujado con fuerza por un viento frío que nunca deja de soplar.