02
feb. 2014
He pasado unos días trabajando en uno de mis lugares predilectos de las cercanías de la base: Sally Rocks. Una playa con nombre piratesco. La lengua de glaciar Hurd desciende suavemente hasta casi tocar el agua. Según nuestros datos en el año 1956 el mar lamía ligeramente el hielo, ahora dista unos centenares de metros de él. En ellos los grises cantos rodados se mezclan con zonas de barro y musgos. Los líquenes salpican las piedras y sobre ellas se esconden los débiles huevos de los charranes. En el cielo revolotean gaviotas, charranes y petreles y bajo ellos lobos marinos, focas de Weddel y elefantes marinos. Es uno de los pocos lugares cerca de la base donde se pueden encontrar ejemplares adultos de elefantes (marinos). Que no llegue a oídos del rey. Como es habitual alrededor de los machos descansa un gran número de hembras, su harén, mucho más pequeñas y agrupadas para hacer frente a las bajas temperaturas. Durante horas nos hemos dedicado a recoger líquenes del terreno y a partir piedras para después ser analizadas. Ocupaciones raras de la profesión del guía polar: partir piedras con una maza para después cargarlas a la espalda, hacer fotos a la tierra del suelo, colocar cañas de bambú sobre el viscoso musgamen. Donde el guía ve una piscina de barro salpicado por manchas verdes algunas de ellas casi fosforescentes, un científico ve mil comunidades de especies casi desconocidas, como quien mira con un telescopio otro planeta. Otra mirada diferente, una mirada con que busca una belleza imposible de ver con los ojos desnudos. Más rica que nuestro torpe conocimiento del terreno. Y así pasamos el día hasta que a la mochila le crujen las costures del peso de tierra, rocas, y arena que traemos a la base. Cuatro horas recogiendo muestras que tardarán en ser procesadas y analizadas más de un año entero. Seguiremos informando.