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ene. 2013

Páginas en blanco 6. Byers.

Los días en la base se terminan. No he hecho nada más que llegar y en breve abandonaré la base nuevamente. La logística española en la Antártida cuenta  con dos bases permanentes y un buque científico que se encarga de abastecerlas y transportar material y personal humano: el Hespérides. A parte de estas dos bases existe un pequeño campamento en una zona de gran interés científico. Situado en el extremo occidental de la isla Livingston el campamento Byers consta de dos iglús de fibra situados en una península libre de hielo. Es un paisaje austero e inhóspito, arrasado por vientos y salpicado de extrañas formas geológicas. El interés del lugar, declarado zona de máxima protección dentro de la Antártida, radica en su terreno desnudo libre de hielo y sembrado de pequeños lagos de agua dulce objeto de exhaustivo estudio. Este es el quinto año que me dirijo a este lugar para, junto a mi compañero David Hita, encargarnos de la gestión del pequeño refugio durante un mes.

Para aproximarnos hasta el campamento Byers necesitamos el transporte de un buque, el Hespérides, en un viaje de aproximadamente cuatro horas. El desembarco se realiza mediante zodiacs en una playa de la costa sur. Es una bahía sembrada de rompientes sólo accesible con marea alta. Aún así el desembarco es uno de nuestros grandes miedos pues en el pasado hemos vivido en él aventuras de todo tipo. La campaña pasada sufrimos un naufragio en toda regla al inundarse la embarcación debido al oleaje. El  agua nos llegaba hasta las rodillas mientras nuestro equipaje, ordenadores incluidos, flotaban o buceaban bajo nuestras piernas. Más tarde la hélice se perdió al golpear el motor contra un arrecife y quedamos a la deriva. Tuvimos que achicar la barca con un instrumento de alta precisión proporcionado por la Armada: un cubo de playa amarillo, de esos que usan los niños para hacer castillos en la arena. Al final llegamos a tierra remolcados por otra embarcación. Este año todos embarcamos con miedo en el cuerpo a vivir otra experiencia similar. Al llegar a la playa comienza otra jornada de trabajo delicada: la apertura del campamento. Éste dista de la playa cerca de 500 metros y todo el material que usaremos debe transportarse a mano desde la línea de mar. Además este año la innivación durante el invierno ha sido muy fuerte y la nieve puede dificultar los porteos hasta el campamento.

La Península Byers es un lugar único donde ya he pasado unos cuantos meses de mi vida. Sin duda uno de mis lugares preferidos de todos aquellos por los que he pasado. La austeridad de su paisaje contrasta con la explosión de vida que puebla sus costas. Enormes colonias de pingüinos, petreles gigantes, elefantes marinos, diferentes tipos de focas y muchas otras aves campan por este paraje desgarrado e incómodo al visitante. Expuesto al viento, a la constante niebla y a una humedad  penetrante. El primer año que estuve aquí pasé más de dos meses y volví a casa con sabañones en las orejas, dolencia que sólo había escuchado en las historias de  posguerra de mi abuela.

En breve volveré  a la Península a pasar un mes entero apoyando a dos proyectos científicos con investigadores, ya amigos, veteranos en este lugar. Seguiremos informando.