15

dic. 2014

Volver

Han pasado unos cuantos años y ahora, en vez de poner Parque Regional, pone Parque Nacional. A parte de eso poco ha cambiado, o nada. Vuelvo a subir de manera rutinaria a la Pedriza a escalar con amigos, nuevos y viejos. Se trata de uno de los sitios que más echo de menos cuando estoy lejos, cosa que viene siendo habitual en los últimos años.

Ahora se acaba el otoño y empieza la temporada buena para escalar en esas rocas donde el gato agarra mejor con frío que con calor. Durante los meses pasados los berrocales de la Pedriza alternan su color, oscureciéndose con la lluvia y clareándose tras volverse a secar con el sol y el viento de los días claros y luminosos. También son habituales las nubes bajas, las jaras cargadas de agua que mojan el pantalón y el miedo de los alejes con la sensación húmeda del granito tras las lluvias. Con el agua el ládano despide su olor fuerte y dulzón, aroma que impregna la ropa y la mochila. Hueles a Pedriza.

Intento no clavar rutinas de antaño, cuando pasaba más tiempo entre sus riscos que en las calles de mi ciudad. Lo hago para no sentir que pretendo recuperar inútilmente el tiempo perdido y poner en evidencia tantos años pasados. Por eso voy a desayunar a sitios nuevos, y a escalar a lugares nunca visitados: una de las magias de este sitio laberíntico. También lo hago con compañeros nuevos; no, esto no debe ser una rememoración del pasado. Se trata sólo seguir trepando.

En realidad, ahora empieza lo bueno, y me lo voy a perder. Los días azules y fríos con un poco de viento suave, o los ligeramente nublados cuando la adherencia es muy buena. Mirar hacia abajo y que el asegurador vista  plumas y cale gorro es la señal que indica una posible buena escalada. En breve marcharé de nuevo fuera del país  pero espero disfrutar de alguno de estos días durante esta temporada.  Con lugares así uno siempre quiere volver.