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Vuelvo a pisar el continente blanco. Por novena vez acudo en el verano austral a trabajar en la base antártica Juan Carlos I. Lo que empezó siendo un sueño durante muchos años, ha acabado convirtiéndose en mi trabajo habitual que disfruto, año tras año, cada vez con más intensidad.

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Creo que esa fue una de las peores noches que he pasado en este tipo de viajes. Montamos nuestra tienda sobre un firme completamente irregular lleno de agujeros, piedras y hondonadas. Toda la ropa estaba mojada y nuestros sacos de dormir resbalaban en el terreno en cuesta.

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Hinchamos nuestros 'packrafts' en la orilla del gran lago y pasamos largo rato acoplando todo el material que llevariamos encima, bicicletas incluidas, claro. Nos pusimos a remar durante algo más de una hora sobre el agua calmada como un plato mientras atardecía y todo se teñía de una luz roja e intensa...

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Esta semana Philos ha impartido su primer curso de packraft. Hemos llevado a cabo un curso de iniciación en formato de dos días. Ha tenido lugar en los alrededores de Madrid. Hemos tenido la oportunidad de navegar en aguas tranquilas (lago) y descender un río con pequeños rápidos de iniciación.

El primer día comenzamos con una sesión teórica donde los alumnos, Queco y Perico, pudieron entrar en contacto con todo el material que emplearon durante el curso. Aprovechamos esas horas que tuvieron lugar al aire libre para resolver todas las dudas acerca del material que los alumnos tenían, así como para contar la historia y la filosofía de estas pequeñas embarcaciones hinchables. Tras esta sesión teórica nos dirigimos al lago donde transcurriría el resto de la jornada. Comenzamos el trekking, que nos llevó algo menos de dos horas, hasta el punto de embarque. Revisamos las técnicas gestuales básicas y comenzamos la navegación. Las aguas tranquilas son el mejor escenario para que el alumno se sienta seguro y confiado y en ellas permanecimos remando hasta el anochecer. Con las últimas paladas, prácticamente en la oscuridad, llegamos al punto donde habíamos dejado el coche al inicio de la jornada.

Al siguiente día madrugamos para dirigirnos hasta el inicio del trekking que nos llevaría al punto de embarque en el río escogido. Fueron más de dos horas de caminata en un bello paisaje de monte con encinas y robles que nos protegían del sol. Inflamos nuestros packrafts en una pradera verde lamida por la suave corriente e iniciamos el descenso. Este transcurrió intercalando tranquilas pozas con suaves rápidos, perfectos para una aproximación a las aguas bravas. Tras llegar al punto de desembarco volvimos a nuestro vehículo caminando de nuevo bajo las encinas.

Este ha sido el primero de una serie de cursos que desarrollaremos durante el transcurso del año. Si estáis interesados en recibir formación específica de packraft no dudéis en escribirme.

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Estética del polo norte. Michel Onfrey.

Mi madre me guarda todos los libros que llegan a su librería que incluyan las palabras ártico, polar, norte o expedición. Por lo general, cuando llego y los reviso, suelen ser obras que conozco. Pero siempre hay sorpresas, como con Estética del Polo Norte de Michel Onfry, que edita con cariño Gallo Nero. En la portada aparece un inuit comiéndose lo que parece ser un trozo de foca, tiene la boca y las manos llenas de sangre. Es una foto rara, curiosa para la portada de un libro que refleja mucha más cotidianeidad de lo que parece. El libro no es muy extenso y el título inquietante. Al conocer al autor, el libro es más inquietante todavía. Michel Onfray es filosofo, uno de los más importantes de la actualidad. No es explorador polar, ni antropólogo, ni científico. Cuando tenía diez años ayudaba a su padre, que jamás había salido de su terruño, a trabajar en el campo y le preguntó a qué rincón del mundo le gustaría viajar si le fuese posible. El padre contestó que al polo norte. El libro es, en parte, la crónica de ese viaje, realizado junto a su padre muchos años después. En él cuenta sus reflexiones. Reflexiona sobre el frío, sobre la piedra y sobre el tiempo. También muestra el lado terrible del Norte, el alcohol, las sombras, el destino de los inuits. Es un libro denso y diferente al resto de literatura polar, una mezcla de libro de viajes y ensayo filosófico. Para leer con tiempo y disfrutar cada frase. Este año lo releeré en la Antártida, rodeado de hielo y frío.

Cómprenlo en la Modesta Librería (o en otra librería de barrio si no viven por Madrid) y lean el gran librito de ciento ochenta pequeñas páginas que habla sobre el frío. No se arrepentirán.

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Recuerdo en mis primeros viajes a Sudamérica las continuas referencias a Alexander Von Humboldt. No sólo debido a la gran cantidad de topónimos con su nombre que aparecen en los mapas, ríos, montañas, cordilleras e incluso una corriente marina, sino hacia la propia persona, hacia un científico que había recorrido el continente hace ya más de doscientos años. Se decía que Humboldt había subido hasta esa montaña, que había dicho que por ahí pasaba el Ecuador, que se había detenido en tal ciudad o en aquel pequeño pueblo. De vuelta en España el nombre del científico aparecía solo de pasada en el eco de alguna lección de biología mal estudiada en el colegio...

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Publicado en El Tiempo Hoy: Llevaba dos años sin pisar el campamento Byers, en la Isla Livingston, Antártida. He pasado mucho tiempo en este lugar, a veces durante temporadas de más dos meses (no hay duchas y las necesidades se hacen en un bote y te las llevas de vuelta para no contaminar el lugar). Esta vez sólo estaré durante una semana pero la ilusión es la misma que hace ocho años cuando puse el pie aquí por primera vez. Seguir leyendo en El Tiempo Hoy.

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Publicado en El Tiempo Hoy. El campamento Byers está rodeado de elefantes marinos. Sus ruidos, los eructos interminables y los sonidos de todo tipo que emiten se escuchan desde la propia tienda de campaña, cuando estás metido en el saco con los ojos cerrados a punto de dormir. A veces los animales incluso suben al propio campamento.

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Como ya he dicho alguna vez, mi trabajo en la base de la Antártida consiste en llevar a los científicos con seguridad a los lugares aledaños que desean. El principal de estos lugares es un glaciar situado a veinte minutos de nuestra estación. En realidad son dos glaciares: el Johnson y el Hurd. En ellos los científicos han instalado una red de estacas cuya posición medimos cada temporada para determinar su movimiento. Seguir leyendo...

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