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Volvimos al Cottonwood Canyon con Mikel, aprovechando las últimas luces de un día entre semana. Tras muchos días de lluvia la atmosfera estaba limpia  y fresca y los rayos del sol, sumergido entre las montañas, teñían las paredes de un fuerte color anaranjado.  Las ganas de escalar hacen estas cosas, comenzar a trepar aún sabiendo que no llegarás de regreso con luz al coche. Y así fue: terminamos rapelando con la ciudad de Salt Lake City al fondo, de noche, con sus miles de luces encendidas y nosotros con un frontal sin pilas. Luego bajamos al aparcamiento buscando el sendero a la tenue luz  de un farol colgando del brazo, a la antigua, como un pirata o un carcelero.

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El cañón de Ogden está parcheado de verde, amarillo y rojo, como una vieja manta multicolor tejida en las tardes de verano. La temperatura ha bajado y ya no hay que encontrar la sombra para ponerse a escalar. Nosotros seguimos buscando el otoño en los cañones de Utah, ahora  a menos de veinte minutos de casa. Un lugar que me gusta especialmente y no sé muy bien por qué. La roca es mala, las vías discontinuas y la carretera está cerca.  Pero ya le he cogido cariño y poco a poco vamos escalando todas sus vías. 

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03

oct. 2012

Me gusta que en cada estación haga el tiempo que corresponda. En invierno ha de helar, en verano debe uno refugiarse en la sombra o en el agua y en otoño tiene que hacer viento que vuele las hojas y tapice el firme con alfombras de colores. Las estaciones y el paisaje de Utah son extremas y su paisaje camaleónico. El estado se encuentra confinado a escuadra y cartabón en una meseta de altura. El sol castiga con justicia cuando aparece, que es la mayor parte de los días, pues gran parte del territorio es de clima desértico y precipita con avaricia.

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24

sep. 2012

No sé qué está pasando últimamente que acabamos todas nuestras jornadas de escalada con el frontal en la cabeza, buscando rápeles en mitad de la oscuridad o comprobando con la linterna el tamaño de la fisura para empotrar el siguiente friend. Esta última vez una enorme luna empezaba asomar por las laderas de Little Cottonwood Canyon mientras recuperábamos el material de la pared y bajábamos a toda prisa en busca de un burrito con pescado, la especialidad  del Lone Star. Al fondo, la ciudad de Salt Lake City encendía sus miles de luces dibujando una constelación infinita en la meseta desértica de Utah.

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La cadena montañosa de Wasacht levanta sus picos de más de tres mil metros por encima de los rascacielos de Salt Lake City. Las cumbres, que pasan parte del año  nevadas, dibujan en su blancura la silueta perfecta de los altos edificios de la capital de Utah, con cristales que se incendian al atardecer con la luz del desierto y el reflejo del Lago Salado.  A pocos minutos del centro de la ciudad -templos gigantescos con misioneras vestidas de manera indescriptible, restaurantes nepalís, tiendas donde sólo venden banjos-  se elevan hacia las montañas los cañones de Big y Little Cottonwood.

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El otoño cayó sobre el río con un manto helado que cambió de color las hojas de los árboles, inundó con lluvia nuestras jornadas de remo, y levantó una brisa suave, fresca y constante.

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Un placer revivir el viaje a través de las fotografías. Aquí va la última remesa del proceso de selección.  A disfrutarla.

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Según revelamos los carretes del viaje aparecen nuevas fotos que, poco a poco, van perfilando el diario de lo que ha sido nuestro viaje. Un diario construido sólo con imágenes que recuerda personas, animales y situaciones. No están colocadas en orden cronológico, de momento componen solamente escenas variadas de lo que ha sido casi un mes metidos en una canoa navegando por unos ríos remotos y salvajes de Alaska y el Territorio del Yukón.

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Es difícil elegir entre los cientos y cientos de fotos que Daniel Requena ha hecho durante el viaje. Ahí va otra tanda de la selección, espero que las disfrutéis:

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07

sep. 2012

En la segunda parte de nuestro viaje la temperatura bajó y con ella llegó el viento y más tarde la lluvia. El fuego se convirtió en un tercer compañero todas las tardes en nuestro campamento. El olor a humo y a madera se agarró a nuestras ropas y todavía no nos ha abandonado. A esa altura del viaje llegamos a uno de los lugares más bellos de todo nuestro recorrido: la cabaña de un trampero retirado y su mujer. A ellos les debemos una hospitalidad difícil de imaginar, calor humano, salmón fresco todos los días y charlas todas las noches. Sirvan de agradecimiento estas líneas.

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